La intimidación o bullying en las escuelas tiene solución: que los propios alumnos que lo sufren rompan el silencio y denuncien, coinciden especialistas en el tema.
«Aunque la sociedad considera que (estos abusos) son situaciones que han ocurrido siempre y que el niño debe afrontar y resolver porque es parte del aprendizaje, esto es falso», asegura la pediatra Lizbeth Flores Pérez.
La intimidación ocurre cuando los niños o adolescentes son atormentados, física o emocionalmente, y de manera continua, por otro u otros con más poder.
Entre los motivos principales para molestar a las víctimas están su apariencia, nivel y orientación sexual, y en general, el hecho de que no encajen con los demás.
Las señales que deben poner en alerta a padres de familia y profesores sobre si un menor sufre este abuso son: una súbita caída en el rendimiento escolar, ansiedad, depresión o pretextos para no ir a clases.
El niño o niña también puede padecer terrores nocturnos o incapacidad para controlar sus esfínteres.
Su desesperación es tal, que puede recurrir al suicidio o, al contrario, herir a su agresor.
Arturo Loredo Abdalá, director de la Clínica de Atención Integral del Niño Maltratado, comenta que la solución a este problema debe ser integral.
«Que alumnos, autoridades educativas, maestros, padres de familia, se involucren en el problema, y agredido y agresor reciban tratamiento psicológico«, dice.
Marina Giangiacomo, coordinadora de la línea de investigación de la campaña Escuelas sin Violencia, subraya la importancia de que los alumnos pierdan el miedo y denuncien.
«Huir, cambiarse de escuela, dejar que te castiguen o ignorar el problema no es una solución», explica.